Seis obras de arte en espacios públicos que merecen la pena mirar

Son murales de Berni y otros maestros realizados en Caballito y en Flores, además de los célebres de Galerías Pacífico. Y esculturas de Lola Mora, Rodin y Fernando Botero.

Es evidente pero cuesta creerlo. No quisieron colocar cerca de la Catedral porteña a esos cuerpos desnudos, sensuales, perfectos, que representan el nacimiento de Venus, esculpidos por una mujer y donados por ella. Hubo incluso quienes dudaron de que Dolores Mora de la Vega, Lola Mora, los hubiera creado en 1903. Es que la artista trabajó en Roma y los trasladaron a la Ciudad de Buenos Aires desarmados, en cajas que pesaban, en total, 37 toneladas. “Traigo algunos trozos, como ser una cabeza, una mano, etc., para que me vean trabajar en público, a fin de echar por tierra ciertas calumniosas versiones que me mortifican”, dijo ella, en medio de aquellos rumores, durante una entrevista.

Esa escultura, la Fuente de las Nereidas, emplazada en la Costanera Sur, es uno de los monumentos más bellos y conocidos de Capital. Y un buen ejemplo para empezar esta nota, dedicada a algunas de las obras de arte que se pueden ver en las calles porteñas y otros espacios abiertos y gratuitos. Llega el fin de semana. ¿Qué hacer en Buenos Aires sin gastar un peso? ¿Mirar su arte «callejero», pre street art, como en un museo? Se trata de una o múltiples opciones de  salidas distintas que, incluso en medio del trajín o de aglomeraciones, no defraudan. La Ciudad de Buenos Aires puede apabullar pero tiene también con qué maravillar.

Estatua de Lola Mora

Algo parecido a lo de las Nereidas ocurre con El Pensador, de Auguste Rodin (1840-1917), padre de la escultura moderna, que está en el complejo de la Plaza del Congreso. ¿Qué se puede redescubrir sobre la pieza? «Lo que hace que mi Pensador piense es que él piensa no sólo con su cerebro, si no también con su ceño fruncido, con sus fosas nasales distendidas y sus labios comprimidos, con cada músculo de sus brazos, espalda y piernas, con su puño apretado y sus dedos de los pies agarrados», apuntó Rodin alguna vez. Y contó también que la obra nació cuando trabajaba sobre “la puerta al infierno” de la Divina Comedia, de Dante Alighieri, por encargo del Estado francés. La copia local, firmada por él, fue encargada por el primer director del Museo Nacional de Bellas Artes, Eduardo Schiaffino, para ponerla en la escalinata del Congreso. Llegó en 1907 , cerca, pero no a ese destino.

El pensador

También se puede pegar la vuelta alrededor de Torso Masculino Desnudo, del colombiano Fernando Botero, en Palermo. Pensar en qué dicen sus clásicos cuerpos redondos, macizos, a veces fragmentados, donde conviven tan bien aires del Renacimiento con aires del pop.

O, cerca, visitar a la Floralis Genérica, la naturaleza hecha máquina de acero, del arquitecto argentino Eduardo Catalano

Y es posible mirar pintura exquisita. Imán para turistas extranjeros, emblema del muralismo local, los 450 metros cuadrados de la gran cúpula de las Galerías Pacífico, en Florida al 700, conjugan obras que Lino E. Spilimbergo, Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino, Demetrio Urruchúa y Manuel Colmeiro, todos “pintores sociales” inmensos, realizaron en 1946. Una composición a diez manos. Manos de genios. «Una tarea bravísima«, como resumió Spilimbergo.

Aparte de la gran obra de Galerías Pacífico, hay otros murales en la Ciudad, de autores reconocidos pero, al menos por ahora, menos difundidos. Por ejemplo, en la Galería París, ubicada en el corazón comercial de Caballito, Castagnino creó en 1959 la pieza Hombre, Espacio, Esperanza. El hombre está en el centro, rodeado por evocaciones del universo, y en un extremo surge un chiquito, como símbolo de la esperanza de la que habla el título. Se trata de un ráfaga de colores y de sentidos, eficaz. Justo en Rivadavia 4975, aparece como un cielo de arte, ideal para desacelerar y disfrutar. 

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